Panorama semanal: el hospital Emilio Ferreyra blanco preferido en la campaña electoral
Mientras "la querida Fabiola" junto al presidente de la Nación se sacaban fotos celebrando con amigos el cumple 40 de la primera dama, en los hospitales se desarrollaba una batalla brutal entre la vida y la muerte. En Necochea un puñado de profesionales y trabajadores dieron la pelea más heroica jamás vista.
Y los concejales estaban calladitos, chatitos como sartén discutiendo como se desarrollarían las sesiones, los beneficios de sesiones virtuales y el arte de la quintupodopogía felina. Pero del hospital y sus trabajadores no hablaron.
Sí trataron de embarrar la cancha con las vacunas intentando recrear el escandalete del vacunatorio VIP de Ginés Gonzales García en nuestra ciudad pero la jugada se les dio vuelta: dejó en evidencia que la concejal de "La Cámpora" que busca la reelección, Andrea Cáceres fue quien tuvo en la mano la lapicera para nombrar al personal de los vacunatorios y que la radical Felicitas Cabretón se inventó una enfermedad para "colarse" en el turno de vacunación y que la municipalidad no moja el pancito en el reparto de turnos.
En la última sesión ordinaria del Concejo Deliberante, el concejal del Frente de Todos-FR, Diego López Rodríguez presentó un pedido de informes para esclarecer la falta de turnos en algunas especializaciones del hospital Emilio Ferreyra. Unos días después, Andrea Cáceres, junto al director de PAMI, Gerardo Durán, denunciaron que aunque la prestadora de salud paga al municipio, el servicio de cardiología no se presta al cien por ciento.
La jefa de cardiología del hospital, Florencia Zacharías, aclaró que hacen lo que pueden, que solo hay dos cardiólogos y la demanda supera los esfuerzos de los profesionales y esta realidad afecta a todo el interior de la provincia de Buenos Aires. Ante esta circunstancia, vale preguntarse porqué PAMI no realiza convenios con efectores privados.
Aunque siempre es alentador que los candidatos se acuerden de la salud de la población y en especial de los jubilados, durante la pandemia se llamaron a un pernicioso silencio y el reclamo a medias de Cáceres es una foto para la gilada.
Por más de un año los afiliados de PAMI recorrieron oficinas y golpearon puertas con sus años y dolencias a cuestas; desde el inicio de la pandemia se suspendieron cirugías programadas, dejaron de atender todas las especializaciones como ortopedia, dermatología, fonoaudiología, por nombrar algunas y ni hablar de aquellos que requerían servicio de hemodinamia y murieron en una cama del hospital esperando que se libere un lugar en cualquier hospital de la provincia.
Tampoco se escuchó a las voces que hoy se levantan ofendidas hablar de los tiempos para acceder a estudios de diagnóstico por imágenes, a un especialista, o la simple visita de rutina a los médicos de cabecera.
Ni siquiera los movilizó la decisión de PAMI de terminar con las internaciones domiciliarias para pacientes crónicos o discapacitados que son enviados a geriátricos, si querés los llamamos residencias para adultos mayores, impidiendo que puedan pasar sus últimos años rodeados de sus familias y afectos.
Apuntar contra el hospital público en campaña garpa, y más cuando el fantasma del desabastecimiento y colapso que se vivió en la gestión de los que hoy pretenden embarrar la cancha esta fresco en la memoria de los necochenses.
La situación de los hospitales de Necochea no es óptima. Mientras la salud privada descanse sobre el sistema de salud público nunca habrá recurso económico ni humano que resista y esa es una discusión a la que hasta ahora le han esquivado el bulto, al igual que a la práctica ilegal, aunque naturalizada, de los médicos y prestadores privados de cobrar un copago, bono o arancel a los afiliados a las obras sociales.
Trabajadores preocupados: ¿Persecución o bromas pesadas?
Casi finalizando la semana, otra vez la policía se hizo presente en el hospital Emilio Ferreyra. Esta vez para notificar a una trabajadora que pesaba en su contra una denuncia por haber salpicado con agua los pies de una enfermera mientras lavaba el piso.
Recordamos que días atrás se vivió una situación similar con otra trabajadora a quien se acusó de haberse robado un kilo de milanesas y fue requisada por orden del jefe Jorge Mastropierro.
Estas situaciones bizarras a simple vista han generado entre los trabajadores "que trabajan" (léase la ironía y el sentido de estas palabras entre líneas) un malestar e incertidumbre generalizados.
"No sabemos quien puede ser el próximo" dicen con justa razón, al tiempo que cuestionan "¿como saber si mañana te meten algo en tu bolso o tu vehículo y viene la policía a meterte preso? Así, con miedo, no se puede trabajar".
Desde adentro del hospital apuntan a un grupo "heavy" al que llaman "las Paquitas de Camilo"; una de ellas se ufana de "ser la dueña del hospital" y "tener a los directores agarrados de las pelotas".
Pertenecer a ese grupo de elite otorga privilegios, como por ejemplo fichar y tomarse el día para visitar en Batán a un esposo detenido o el acceso a horas extras pagas al cien por ciento.
Muchos trabajadores, incluso profesionales, sufren malos tratos y acoso por parte de este grupo y como suele pasar con los abusadores, el miedo les da impunidad.
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