Calientes como pipa: el hospital Emilio Ferreyra en el ojo de la tormenta
Desde los tiempos de "Los López" en los que los hospitales no tenían ni curitas y los pacientes de nuestra ciudad eran recibidos por localidades vecinas que pusieron sus sistemas sanitarios al servicio de los vecinos de Necochea, corrió agua bajo el puente y si bien hoy el oficialismo declara que no hay faltante de insumos la principal carencia se centra en el capital humano.
El Ejecutivo municipal se ha negado sistemáticamente a reconocer las falencias del sistema de salud. Rechazan los reclamos de los vecinos, que son quienes padecen en carne propia los destratos, la humillación y los estados de ánimo de profesionales y trabajadores. La autoridades del área afirman que son jugadas con intencionalidad política.
Un caso testigo que potencia el sentimiento de indefensión e impotencia ante un sistema de salud que se muestra indiferente al sufrimiento de la gente, es la lamentable e injusta muerte de un niño de tan solo 16 años por una peritonitis no detectada a tiempo.
La secretaria de salud del municipio, Andrea Perestiuk se lavó las manos ante los concejales diciendo que el último contacto de la víctima con el hospital Ferreyra fue a mediados de mayo pero a boca de jarro en los pasillos del hospital los profesionales se excusan diciendo que el niño no sabía expresar sus síntomas por lo que era imposible de diagnosticar, reconociendo algún grado de responsabilidad por lo ocurrido.
El pasado viernes cientos de vecinos se autoconvocaron en la puerta de la municipalidad para hacer escuchar las diferentes experiencias vividas, que en muchos casos terminaron con la vida de familiares y seres queridos o bien alteraron su calidad de vida.
"No era estrés, no era dolor muscular, papi tenía un infarto. Lo dejaron morir" rezaba el cartel que portaban los cinco hijos de un joven de tan solo 38 años que pese a la orden médica le dieron el alta.
Frente al intendente Arturo Rojas, la secretaria de gobierno Gabriela Góngora y la secretaria de salud que recibieron y escucharon a cada uno de los manifestantes, una vecina contó su caso personal con desgarradora claridad "mi hijo se murió adentro de mi panza y yo no lo pude despedir, el médico me metió ocho pastillas por vagina como si yo fuera un animal y ¿sabe que me dijo cuando yo estaba en la camilla? Que me iba a hacer un legrado sin anestesia y yo le pedí por favor que no, que otro más no me iba a aguantar y me dijo que no sea cagona".
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